personaje nº56

Personajes es parte de una serie de publicaciones inconclusas e infructuosas de editorial líneas primas. En los meses que siguen, les daremos a conocer algunos de nuestros -mis- capítulos regalones.

Hoy: Josefina, la que no quiso saber


Maria Josefina Pereira tenía 75 años, el pelo cano y la mirada cansada. Aquella mañana de julio caminaba junto a su sobrina Clarita, quien, de profesión enfermera, desde chiquita había tenido suerte con los hombres. No así María Josefina, ella, a sus 75 años aún permanecía incólume, casta, virgen... Sin embargo, Clarita era su nieta ¿Era posible acaso tener nietos sin haber caído en el pecado de la carne? El Opus aseguraba que sí, que los niños venían de París, los traía la cigueña y ésta los obtenía por generación espontánea. Todo lo demás era pecado y esto era un conocimiento probado científicamente en la edad media. María Josefina no era opus y como tal sabía que un nieto era el resultado de mezclar una hija, alcohol y un hasta entonces desconocido gendarme de la nación. ¿Había tenido ella, María Josefina Pereira, un novio, un esposo, un amante? ¿Una por si sola, todas juntas o ninguna de las anteriores? ¿Quién podía recordar lo que había pasado hacía ya 50 años? Ella con suerte recordaba lo que había comido esta mañana. No era Alzheimer lo que la aquejaba, ella siempre había tenido mala memoria, con tan sólo un poco más de esfuerzo habría recordado que su desayuno fue huevos revueltos y mermelada de durazno, preparado en una pailita de greda y servido con pan batido. Una delicia. Lástima haber perdido todos los dientes y que la comida no llegara a su boca sin antes pasar por la licuadora.

Maria Josefina Pereira tenía 75 años, el pelo cano y la mirada cansada. Caminaba con los ojos arrugados por el sol de invierno que le daba en la cara. De todas formas no veía nada, una rebelde miopía la aquejaba desde los 63 años. No usaba anteojos, eso era para las abuelitas. Caminaba también algo chueca, claudicaba, rengueaba, "está viejita la Josefina, son sus huesitos que le duelen" decía Daniela, madre de Clarita. "Viejita tú y la puta que te parió" contestaba enardecida Josefina... a su hija. Lo cierto es que nunca comentaría la razón de su cojeo, ni siquiera al padre Samuel se lo había revelado en santa confesión. La verdad era aún mas dolorosa que el malestar abrumador que experimentaba al caminar: tenía un testículo. Sí, una bolita de hombre ¿Cómo llegó ahí? Lo ignoraba, le gustaba culpar al polvo que se levantaba al barrer bajo el parrón, había leído en un periódico que la contaminación produciría malformaciones hacia el final del siglo. Lo tenía hace 2 años y jamás comentaría con nadie su existencia. Lo tenía hace 2 años y nunca fue un testículo, sino una hernia, los testículos no aparecen en el ombligo. Bruta.

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