días de hospital

Después de mucho, mucho tiempo, volvieron las ganas de escribir porquería en internet, para qué si ya nadie lee esto? precisamente por eso; esto nació como una humorada de unos cuantos que gustaban del humor negro y algo insano, de unos pocos que disfrutaban escribir y contar los días no como son, sino como debieran ser; pero sin saber como, el blog se volvió algo popular, al principio me gustó, obvio, sobretodo el descubrir que existen mujeres para las cuales esto es algo más que una muestra de mi tardía e incompleta madurez, a los ojos de algunas, incluso resulté gracioso, simpático y hasta tierno (esto último es algo que aún no me logro explicar).

Así las cosas, hoy escribo para mi y para nadie más, de hecho no publicaría ni una put* palabra si no fuese porque ya muchas veces han formateado mi computador y termino perdiendo todo, todo que no es más que un gran acúmulo de basura, pero que es parte de muchas vidas que quiero, todo que no es más que una sarta de estupideces, pero estupideces que alguna vez me divertirá recordar... aunque también es posible que me avergüencen, pero no sería la primera ni
la última vez...

Hace un par de días comencé a sentir un dolor de muelas espantoso, no me dejaba dormir, comer, caminar ni estudiar, con suerte esbozaba un par de palabras... pero lo que de verdad me hizo preocupar fue aquel líquido azul que brotaba por mi ombligo cada vez que escuchaba
el campanil de la U de Conce (es decir, cada 2 horas); como sea, aunque me dan miedo los gitanos rubios, fui al dentista, me drogó y después de 2 horas desperté en mi camita, como era de noche seguí durmiendo y no fue hasta que desperté a la mañana siguiente, cuando descubrí que el dolor se había ido, al igual que el dedo chico de mi pie izquierdo, el cual, según mi no-muy-ortodoxo-dentista, era el causante de mi dolor...

En fin, hoy cojeo bastante más que ayer, pero mi dolor pasó, y aunque producto de una infección en la cicatriz de mi dedo chico, ahora planean cortarme toda la pierna; me siento feliz de pertenecer a ese noble grupo de gente que estudia para mejorar la calidad de vida de la gentuza chilena...

Hoy: Días de Hospital
Cada día me levanto muy temprano, me ducho largo para que Tassara deba ir hediondo a clases, rara vez desayuno (cosa que mi madre odiaría saber) y me marcho hacia un hospital cuyo nombre no revelaré por miedo a ser expulsado de la carrera, aunque adelantaré que no es
el Hospital Clínico de la Católica.

Hace unos días atrás me paseaba por el Policlínico de Neurología cuando de pronto se acercó a mi una linda chiquita de no más de 6 años, rubia, pequeña y delgada, como las niñas que le gustan a Javier, mi primo, aunque algo vieja para sus gustos (sí, es un maldito pervertido, pero lo quiero como a un hermano), me miró con la cara sonriente, me mostró su mano empuñada y dijo:

- tío doctor, tío doctor, adivine qúe tengo aquí!
- no lo sé... una pastilla?
- no, una parálisis

Algo consternadao, pensé en darle yo una pastilla, pero luego pensé en el jaleo que se armaría cuando intenara quitarle el envoltorio... sonreí y me alejé por un pasillo; llegué a Obstetricia y le pregunté a una sra. de delantal azul porqué cada vez que había un parto, las matronas pedían un lavatorio con agua caliente.

- fácil -dijo- porque si la guagua nace muerta, tenemos el agüita lista para hacerla caldillo...

Eso me dio algo de susto y seguí caminando, así llegué a Pediatría, donde conocí a Lizandro, un pequeño niño de color que tiene una terrible enfermedad, ya trece veces lo han dado por muerto, pero luego se dan cuenta que no, que parecía haber muerto, pero sigue vivo; entonces le piden disculpas por no haberlo alimentado durante los últimos días y quedan todos tan amigos como siempre... cualquiera en su situación estaría destruido, pero no Lizandro, él se consuela pensando que algún día hallarán la cura a su enfermedad y trata de disfrutar cada momento con una sonrisa... aunque a ratos recuerda que se engaña a si mismo, que algún día volverán a olvidar alimentarlo y que sea como sea morirá dentro de 3 meses, entonces se orina y se encierra a llorar en un closet.

Su historia me conmovió y junto a unos compañeros de universidad, organizamos una cruzada para cumplir el más grande sueño de Lizandro: conocer Disney World, en Orlando; tristemente la gente del área de la salud y los penquistas en general, son todos unos malditos tacaños; a la semana ya habíamos cambiado el viaje a Orlando por una visita al Huáscar, en Talcahuano; y luego de un mes de campaña, terminamos regalándole un chaleco de lana verde que
arregañadiente accedió a tejer la Susana, mi nana penquista, aquella que una vez sorprendí depilándose la axila con el cuchillo carnicero con que nos cocina los más ricos platos... sin saber como reaccionar dije: "susana, que diablos está haciendo?" y ella no hizo más que sonreír
y contestar:"yo soy Barbara Blade, y nunca me verás sudar"...

Otra cosa!! desde hoy vuelvo a firmar como lo hice en un primer momento, por qué? porque mientras paseaba por esa calle inservible que tiene Chillán y que con aires de Santiaguinos muchos insisten en llamar "paseo peatonal", me di cuenta de que Santiago Santander no es más que el nombre de un banco escrito al revés... así las cosas, tal vez deje la medicina para vender churros en la esquina de 5 de abril con Maipón...

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